Hoy, sobre Gijón, se levantó un fuerte viento del
Norte que no presagiaba nada bueno. Convirtió en inhóspita la Playa Habitada de
Gijón, despejó de nubes el ahora azul cielo y se llevó también con él a una de
las personas más querida por el pueblo gijonés.
Manolo Preciado era un hombre del Norte, de los
nuestros, de los que se entregan en cuerpo y alma, de voz ronca pero clara, de
los que hacen camino al andar.
Como dijo Miguel Hernández en Vientos del Pueblo:
“Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el
cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretado los dientes
y decidida la barba.
Manolo Preciado, Gijón te quiere.
1 comentario:
probe preciadín, que descanse en paz que merecido se lo tiene
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