El abuelo árbol tuvo el honor de transportar el último ladrillo. Le ayudaba Rastral, su nieto predilecto.
Antes de partir plantaron una semilla de ladrillo que recordara a los Humanos que antes de poblar ellos la playa ésta estuvo habitada por la familia Árbol.
Mientras, los primeros humanos comenzaron a poblar un arenal de San Lorenzo, ya sin ningún resquicio de arboleda que les hiciera sombra.
* Continuará, o no, en la 4ª ola.
La playa fue colonizada por los Humanos y cada día se hacía más insoportable la convivencia con ellos.
Cada miembro de la familia Árbol cargó con un trozo de arcilla roja cocida y emprendieron la marcha hacia un lugar, lejos de los Humanos, donde poder construir un nuevo hogar donde vivir.
Se acabó la tranquilidad en el arenal. Los Árboles tuvieron que acostumbrarse a convivir con los llamados, por ellos, Humanos. Lo malo es que éstos, recién llegados, impusieron sus normas:
“D'equí a Somió too ye de mio,
de Somió acá too ye de mio pa”.
El abuelo Árbol, fumador empedernido, pasea por la orilla del mar con su caminar cansino.
- Abuelo tienes que dejar de fumar, le dice uno de sus nietos
- Ya, le responde él
Aprovechando que la Playa de San Lorenzo está considerada como una de las mejores “pet friendly”, Rastral, precioso perro pedal, todos los días de invierno pasea el arenal, en bajamar, de la escalera 1 a la 8 ida y vuelta.
Aprovechaban la hora azul de la mañana para aplicarse en el delicado ritual del aseo diario.
Hoy, como todos los domingos, el Sr. y la Sra. Árbol pasean por el arenal luciendo sus mejores corales.
Los tiburones, sin embargo, lo hacían en las profundidades del mar.
Las fuertes olas del último temporal acercaron este huevo de tiburón al arenal de San Lorenzo. La familia árbol lo acogió como si fuera uno más de los suyos.
Las aves de la playa depositaban sus huevos en las acogedoras ramas de los árboles y algunos de los más pequeños cuidaban de ellos.
Toda la familia Árbol, coincidiendo con la bajamar, peregrinaba en Cuaresma hasta la altura de San Pedro. Allí escuchaban atentamente el repicar de las campanas y tras el último repique emprendían el camino de regreso a la 15.
El Miércoles de Ceniza marca el inicio de la Cuaresma, un periodo de 40 días que culmina con el inicio de la Semana Santa ¡Pobre Señor!
Todos los habitantes de la playa huyeron despavoridos cuando vieron entrar en ella a He-Man, el hombre más poderoso del Universo, subido a su Tiranosaurio Rex.
Falsa alarma, era martes de Carnaval.
Más tarde supo que hoy era lunes de Antroxu. ¡Qué raros son estos Minerales, pensó!
Todos los 14 de febrero solía pasear el Sr. Árbol el arenal con su amada compañera y mostrarle así su eterno amor vegetal.
Un domingo que soplaba el nordeste, armándose de valor, al cruzarse en la 14 invitó a Roquefort a pasear juntos por la orilla del mar hasta San Pedro.
Para su sorpresa aceptó.
Un gran cambio se estaba produciendo en su vida.
Comenzó a crecer dentro de él la idea de desprender sus ancestrales raíces de la arena y pasear por la playa con otros árboles también desraizados.
Una mañana de invierno, en bajamar, vio pasar ante sí a Doña Concha con un precioso abrigo negro y su bolso rojo dominical. Y la siguió, ... con la vista.
Su nueva vida arropada le hizo ver la vida de una forma diferente y veía pasar ante sí árboles que nunca había visto. Y eso le gustaba.
Las continuas discrepancias entre ambas cabezas hizo que Sr. Árbol pensase en incorporar a su esbelto cuerpo una tercera. Utilizando la arcilla roja que le sujetaba a la arena modeló una nueva cabeza que pusiera orden y concierto en su cuerpo.
Miró el Sr. Árbol a sus pies, vio su imagen reflejada sobre la arena y ... no se gustó.
En un principio Sr. Árbol no necesitaba más que agua y soledad.
Se sembró en la arena de la playa y esperó. Tenía consigo todo el tiempo del mundo.
