Faraón no es un toro
de lidia, no, pero que no sirva para entretener a los sedientos sanguíneos del
coso no por eso debemos poner en duda su bravura.
Los prados de Tarna
donde pace en compañía de una decena de vacas casinas no necesita de perro que
cuide el ganado. Solo con bajar su testuz y levantar su guerrera mirada es
suficiente para ahuyentar a todo invasor amigo de lo ajeno.
Cuando la nieve
cubre los campos tarninos, Faraón
y sus fieles compañeras de rumia cambian los prados del Alto Nalón por los más
benévolos de Veranes en el concejo de Gijón. Todos los inviernos se suben al
camión de transporte sin mugido alguno sabiendo que tras el viaje rodado les
espera un tierno verde con el que rumiar los fríos días del invierno.