Silvestre, papa del
siglo IV que murió siendo ya santo, es el patrono de los parados, así se
entiende que éstos celebren su día corriendo por las calles para dejar atrás el
sufrido año y adentrarse en el nuevo con la nueva ilusión de intentar cambiar su
estatus laboral.
Mientras, en sus
mullidos sofás y con la imagen del santo a sus espaldas, patronos y gobernantes contemplan desde sus amplios ventanales el infructuoso esfuerzo de los sufridos parados por intentar conseguir alcanzar la meta a ninguna
parte.