domingo, 1 de abril de 2012

Domingo de Ramos

La luna siempre fue motivo de atracción para el ser humano.
Desde tiempos antiquísimos, en los territorios que rodeaban el mar Mediterráneo, la aparición de la luna llena de finales de marzo o comienzos de abril era el símbolo que daba “paso” del duro invierno a la luz esperanzadora de la primavera.
Nuestros antepasados esperaban esta señal luminosa para dar rienda suelta al jolgorio y a la fiesta desenfrenada.

Hace veintiún siglos los judíos festejaban la celebración de este “paso” (Pascua, en hebreo) cuando contemplaron asombrados como a la entrada de la puerta dorada de Jerusalén un grupo de alborotadores gritaban “Hosanna” al paso de un burro montado por un hombrede capa roja a la vez que arrojaba a su paso mantos, ramos y hojas de palmera de los escasos árboles cercanos.
El burro jamás había sido montado por hombre alguno y había sido cogido en préstamo en una cercana aldea a Jerusalén ante la perplejidad de unos dueños que no supieron reaccionar y denegar tal sorprendente petición.


Hoy, dos mil años más tarde, los pueblos mediterráneos que creen que aquel hombre, de capa roja, que traspasaba la puerta dorada de Jerusalén, montado en un burro, era el hijo del Dios, aún celebran dicho acontecimiento saludando a “su paso” con ramos de laurel y hojas de palma mientras estrenan su ropa nueva del Domingo de Ramos.

1 comentario:

Aroa González Díaz dijo...

Precioso, como me recuerda a mi niñez en el condao, aquella mezcla de olores de la ropa nueva mezclado con el laurel y el dolor en los pies por los zapatos nuevos.