En todos los compartimentos del wagón del tren, al menos uno leía en su tablet o iphone, excepto en el mío. El hombre que se subió en Malmö station leía, inmerso en su trama, un libro de Erik Och Margot.
En otros tiempos era algo común que se sentase a tu lado un viajero lector y que disfrutases con el leve murmullo de las hojas al pasar. Hoy ya no.
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