Todas las tardes, a la misma hora, coincidían en el antiguo
Pastelaria 1800 de Rato, Lisboa. Cada una tomaba algo diferente. Distintas también eran sus edades, sus gustos y sus pensamientos. Se sentaban siempre en las mismas mesas y su única relación era un escueto buenas tardes o un educado buen provecho. Nunca conversaron entre ellas. Solamente el camarero llevaba el control de la escena y se movía por el café uniendo soledades. Iba de mesa en mesa sentenciando con pulcra exactitud el comienzo y el final de cada acto: Buenas tardes señora ¿Qué desea tomar? y; muchas gracias por su visita ¡Que tenga un buen día!
1 comentario:
Me encanta la imagen del camarero uniendo soledades y situarla en Liboa le añade nostalgia.Precioso.
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