Todos los días de Julio madrugaban para colocar sus sillas en primera linea de playa pero lo suficientemente lejos como para no tener que estar pendientes de los pleamares.
Su aliado no era el agua sino el sol, por ello su principal tema de conversación era si la bondad del tiempo les permitiría su cotidiana cita con la arena cercana a la pasarela de la escalera 14.
2 comentarios:
Creo que ya es la 2ª vez que te digo que esta foto es buenísima.
Gracias Salva. Te voy a nombrar comisario del libro La playa habitada.
Publicar un comentario