En muchos deportes el enfrentamiento de los rivales comienza con un alarde de sus fuerzas a través de sus miradas, fijas y profundas, sin pestañear, intentando intimidar a su contrincante.
Es la lucha psicológica.
Muchos, de la generación que estudiamos bachiller en los 60, aún despertamos, de vez en cuando, sobresaltados, escuchando la tenebrosa voz de mando del profesor de gimnasia: ¡Salta!