Todos los días al salir de la escuela se dirigía al Bazar Vakil de Kermán, y en la esquina más umbría se sentaba tras su peso.
Pesarse en la báscula no tenía un valor fijo, no había nada escrito. Puse en sus manos tantos riales como gramos. Ella me devolvió mucho más: Su sorprendente e inocente mirada.
¿qué está pasando aquí?
Hace 2 días
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