Todos los días del año desafían las inclemencias del tiempo del Norte y se adentran en las gélidas aguas del mar. Mientras, los paseantes del Muro se cobijan en sus abrigos y las miran con una mezcla de envidia y estupor.
Todos los días, tras el desayuno, acompañaba a su nieto al viejo mercado de Bolhao y dirigía la posición de sus manos sobre la hoja del cuchillo para que su antiguo oficio artesano no cayese en el olvido.