En muchos deportes el enfrentamiento de los rivales comienza con un alarde de sus fuerzas a través de sus miradas, fijas y profundas, sin pestañear, intentando intimidar a su contrincante. Es la lucha psicológica.
Las seis novicias caminaban por el Muro hacia la iglesia de San Pedro, en busca de su Señor, y la expresión de sus rostros delataba que su mundo no es nuestro mundo. ¡Alabado sea el Señor!
Muchos, de la generación que estudiamos bachiller en los 60, aún despertamos, de vez en cuando, sobresaltados, escuchando la tenebrosa voz de mando del profesor de gimnasia: ¡Salta! El plinto se plantaba ante nosotros como una pirámide egipcia, desafiante, y amenazando con hacer añicos nuestra integridad física.
Los paraguas abiertos entristecen al vendedor ambulante que ve como su mercancía solo es acariciada por las gotas de lluvia. Los viandantes pasan de largo sin pararse a buscar su "objeto de deseo" y más pendientes de quedar a cobijo bajo sus amplios paraguas.